22 de marzo de 2010

La Visa...

Comenzando el año pasado decidí solicitar la Visa de turista a los EEUU. Hice el trámite para toda la familia porque quiero regalar un viaje a Orlando a mi hija.

Todo comienza con el famoso PIN, suerte de tarjeta telefónica virtual que te da derecho a 15 minutos de comunicación con el departamento de inmigración. De inmediato, al obtenerlo (pues... para que esperar) solicité comunicarme de una vez y solicitar nuestra cita: primer encuentro, no esperado, con el primer mundo. Me atendió un Señor, con acento sureño, quien con mucha amabilidad fue directo al grano. Primero preguntas sobre mi, luego sobre mi familia. Detalles... direcciones... números... lugares... etc... etc. Tan rápido que no daba tiempo para ser subjetivo o venezolanamente simpático, ¡NO!, al más mínimo asomo de subjetividad latina, este funcionario con mucha firmeza me recordaba: "limítese a responder lo que pregunto, diga SI ó NO"...

Finalmente, obtuve mi cita, programada ocho meses más adelante y APRENDÍ LA LECCIÓN: esta gente está prestando un servicio, cada segundo que se pierda en algo irrelevante es dinero mal invertido y retrasos en el sistema. A las pocas horas recibí un correo con toda, absolutamente toda la información que necesitaba para llegar bien preparados a la entrevista y el link donde debía llenar las planillas.

Me lo tomé con calma, al fin y al cabo había bastante tiempo para hacerlo pero, ¡oh error!, también tiempo suficiente para escuchar los centenares de cuentos de gente que ya lo había hecho... que si perdí el dinero, que se la dan a muy pocos, que en Europa no te piden tanta vaina, que lleves los estados de cuenta de los últimos dos años, que (luego de mirarte de arriba a abajo) soy el prototipo de gente que se la niegan... La locura total....

Un mes antes decidí no escuchar a más nadie, salvo a quienes habían tenido una experiencia positiva y me dediqué de lleno al asunto: armar mis carpetas de recaudos con originales y copias, llenar las planillas con la mayor tranquilidad posible, pagar los aranceles, etc etc etc... Pero como todo buen venezolano, siempre queda algo pendiente, ese "tranquilo que lo hacemos mañana" y que después se olvida hasta el día antes de la cita y ¡¡¡ay c...!!!, aun no hemos tomado las fotos... Tremenda carrera para el SAMBIL que casi termina en infarto porque justo al momento de revelarlas sucede un apagón nacional. Si, ¡se fue la luz!, afortunadamente el Centro Comercial activó los sistemas secundarios y una hora después me las entregaron, sesenta minutos donde recordé un millón de veces el bendito dicho "no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy.

Finalmente llegó el momento, salimos con la antelación que obliga una ciudad como Caracas aunque la embajada está a menos de 7 Kms, todos desayunados, carpetas revisadas 20 veces y mente en blanco. No queda otra, que sea lo que Dios quiera.

Llegamos, casi a la hora de la cita pero a tiempo, entramos...

Una vez en la sala de espera del cafetín, no pude evitar observar a quienes estaban con nosotros, unos en traje formal, otros con cara de angustia, ¡muchos llenando planillas en ese momento!, otros llegando tarde porque fueron al banco el mismo día de la cita, unos cuantos tomándose las fotos en una tiendita habilitada por la embajada (los gringos ya nos conocen), otros preocupados por si tal o cual documento era necesario. Todos, eso si, respetando las normas, haciendo la cola en perfecto orden y respetando la autoridad de ese pedacito del llamado imperio. Nadie tenía la osadía de salirse del carril, tal vez por miedo a que le nieguen la visa o tal vez porque no se sentían en Venezuela... o tal vez las dos cosas, no lo se... Pero realmente el ambiente era poco habitual, me recordó el comportamiento de los usuarios del Metro de Caracas en sus primeros años.

Bien, las cartas están echadas y era un buen momento para tomar un café y un agua mineral... ¿Buen momento? Nada de eso, "los que tienen cita a las 9 AM pasar por la taquilla tal y cual"... Me tomé el café quemando labios, lengua y traquea, dejé la botella de agua en uno de los mesones y pa' dentro...

Revisión de esto y aquello, "por favor coloque N/A en esta casilla que le faltó", fotos por aquí, huellas por allá, otra colita pequeña y por fin la última sala de espera, la antesala de la entrevista. En este momento ya la expresión facial de la mayoría es un poema trágico...

Todos tienen cara de examen oral y fin de curso, algunos casi llorando, comiéndose las uñas, revisando los papeles que ya han visto miles de veces y es en ese momento tan especial que a mi pequeña hija se le ocurre ponerse creativa e inquieta, se ha puesto a correr por toda la sala y buscar amistad con los vigilantes. Pero bueno, al menos si nos la niegan, uno de nosotros la pasó bien, yo diría de maravilla, no pude estar sentado más de 5 minutos continuos.

Por fin, casi 3 horas después de nuestra llegada, el momento culminante. Ding dong, suena nuestro numero, capturamos a nuestra hija (literalmente), se resiste, se disgusta, obviamente llega llorando a la taquilla. Una pregunta, dos, tres... perdí la cuenta... "Su VISA está aprobada pase por DHL" y el funcionario desaparece. Al fondo unos lloran y reclaman haber sido negados, otros callan... La cola del courier es notablemente inferior a la primera cola que hicimos, es evidente, mucha gente fue rechazada...

Por cierto, mi botella de agua estaba donde la dejé, intacta. Algo bueno ocurre cuando los venezolanos sentimos que una verdadera autoridad nos supervisa... Que cosas, ¿no?...

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